Luego probé de tragar saliva con el mayor disimulo posible. -"Nada sé todavía". Respondí, con la sensillez que pude. "Pero sé que moriría por ti". Ignoro si me ruboricé pronunciando tales palabras; mas hay cosas que uno debe decir cuando las debe, y si no lo hace arriesga lamentarlo toda su vida. Aunque a veces lo que lamenta después sea presisamente haberlas dicho.
-"Moriría". Repetí. Hubo un largo y delicioso silencio. Entonces se llevó las manos al cuello y extrajo una cadenita de oro con un pequeño dije colgado. Soltó el fijador y pusóla en mis manos.
-"Tal vez un dia mueras". Susurró.
Fragmento de "Limpieza de Sangre", de Arturo Pérez-Reverte.
Ay, la nostalgia me mata.
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